Tan sencillo como el blues

Ver las caricaturas de Betto es como escuchar a Sonny Terry y Brownie McGhee, el eterno dúo del blues, una de las expresiones más tradicionales y sencillas que tiene el género. Después del sonido de una guitarra acústica, no puede encontrarse un sonido más puro y sincero en el blues que el de las seis cuerdas acompañadas por una armónica. Así como este par de artistas recorría los caminos para sacar a pasear su espíritu, lo hacían, lo hacen y lo harán los miles de exponentes que ha tenido esta música. En un esfuerzo similar al de esos primeros bluesmen que viajaron con su música a otra parte, desde el delta del Mississippi hasta Chicago, y luego desde Estados Unidos hasta Europa, Betto nos hace viajar por los caminos del blues con sus dibujos, en los que con pocas líneas logra capturar la esencia de lo que significa el blues, en un homenaje a esos grandes músicos pero también como reconocimiento a los fanáticos y melómanos que han hecho del blues casi un estilo de vida.
Aunque el blues es un género que tiene mucho de tristeza y de sufrimiento, el de los esclavos negros que extrañaban su hogar en África y lo expresaban con todo lo que llevaban adentro -no en vano B.B. King decía que todo aquel que hubiera sido abandonado por su mujer tenía derecho a cantar blues-, también es una música que lleva consigo mucha alegría, y esa es la propuesta que tiene Betto en estas páginas, y en general en todos los aspectos de su vida.
La caricatura y el blues son dos cosas que llenan de felicidad al autor y por eso se dio a la tarea de, por medio de trazos y manchas, rendir un homenaje a esos grandes músicos y a los elementos que identifican este género musical. Encontramos aquí a John Lee Hooker, a W.C. Handy, a Muddy Waters, los hallamos en la radio, en las rockolas, en los trenes, en los porches de las casas, tocando en los caminos que Betto ha trazado, realizando una primaria aproximación para lo que sería un sencillo jam session, un punto de encuentro con esos artistas que han seducido al caricaturista con su música y también con los que están por seducirlo.
Aunque Betto ha estado en contacto con el blues por más de una década, sus aproximaciones a la tarima datan de cuatro años atrás. Los lazos entre caricatura y blues comenzaron a estrecharse en 2007, cuando se encargó de realizar los doce dibujos que adornaron el almanaque bluesero de Crab’s, ese bar bogotano, ya desaparecido, donde todos los miércoles músicos espontáneos subían al escenario a improvisar. Tal vez ese fue el primer jam de Betto, o apenas un calentamiento para el que viene en este momento, uno muy grande, con la participación de una big band, de una orquesta cuyo nombre finalice con Blues All-Stars o sea el producto de una reunión de un Blues Hall of Fame. Me inclinaría más por esta última opción, porque lo que hay aquí es todo un salón de famosos, en cabeza de Robert Johnson, el primero de todos, el más grande, aquel que logró que a todo lo largo y ancho del mundo la gente supiera que a la medianoche, en un cruce de caminos, se puede hacer un pacto con el diablo a cambio del alma. ¿Por qué se la vendió, si es que lo hizo? Para ser mejor que sus amigos Willie Brown y Son House, o tal vez por la misma razón que el personaje Tommy Johnson en “¿Dónde estás, hermano?”, la película de los hermanos Coen realizada en el año 2000: porque no la estaba usando.
Betto no ha firmado ningún pacto con el diablo, aunque tal vez sí con el blues. Sigue firme, sin cansancio, caminando con su armónica en el bolsillo, tocándola en el momento que sea, dándole uso a su alma. Ahí está la profundidad de su oficio, emulando de algún modo lo que dice el trompetista Wynton Marsalis al periodista Carl Vigeland: “Te pasas años de tu vida ensayando ante un papel en blanco, intentando mancharlo con alguna nota o idea que perdure (…) Si quieres ser feliz debes mirar hacia dentro. Dentro de ti mismo, hacia los seres amados y hacia tu arte. Y, aunque te parezca un camino más solitario, no te engañes. Si profundizas lo suficiente, siempre te encuentras recompensado” .
Betto estuvo horas ante papeles en blanco, escuchando blues, tocando armónica, trazando líneas, descansando, mirando en su interior para sacar a pasear ese espíritu y ponerlo a caminar a lo largo y ancho de este libro. En medio de Jack Daniel’s, tinta y música, fueron tomando vida los personajes y las escenas que encontramos aquí plasmados, con las fotografías del libro “Solamente blues” como inspiradoras, a imagen y semejanza del dios blues, porque el blues es en blanco y negro, como las caricaturas de Betto.

*Prólogo del libro “Blues en Blanco y Negro”, caricaturas de Betto.

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